Hace
casi 40 años, cuando con la Transición la actividad sindical dejó de ser
clandestina, comenzó el largo camino de la Unidad Sindical en España.
Quienes
vivimos en primera línea aquellos años sabemos de lo tortuoso del camino, los
obstáculos que dificultaban, cuando no impedían, un proceso de unidad que los
trabajadores pedían a gritos.
Para
dar respuesta a los grandes retos, CC.OO y U.G.T acudían a la unidad de acción,
mediante la cual se dejaban de lado las grandes diferencies existentes para aborda
a través de la lucha sindical, los graves problemas que aquejaban a los
trabajadores, a la clase trabajadora como, sin rubor, se denominaba entonces al conjunto de los trabajadores y sectores populares.
Los
sindicatos, además de organizaciones de trabajadores, eran parte de las
distintas familias en las que se organizaba la izquierda política; Sindicato Socialista,
fue un apellido lucido con orgullo por la UGT, quien hacia gala de tener el
mismo fundador que el PSOE: Pablo Iglesias. Sindicato comunista era la
coletilla con la que se denominaba a las Comisiones Obreras, fundadas por
militantes del PCE en la mina asturiana de la Camocha, aunque los dirigentes
del Sindicato nunca asumieron ese apellido a pesar de la militancia comunista
de la mayor parte de ellos y de los cuadros sindicales.
Los
modelos sindicales también acrecentaban las diferencias. Infiltrada en el
Sindicato Vertical, Comisiones Obreras apostó por aprovechar y aprovecharse de
las estructuras del sindicato franquista, mientras que UGT mantuvo su lucha
clandestina y, como consecuencia de ello, menos visible y presente en el seno
de las empresas. Mas tarde, ya legalizados ambos sindicatos, CC.OO siguió
apostando por los “órganos de representación unitarias” (Los Comités de
Empresas) en los que se movían como peces en el agua, mientras que UGT apostaba
por un modelo que tenia como base las Secciones Sindicales de empresa, formadas
por los afiliados de cada sindicato.
La
acción sindical también era distinta en aquellos años 70/80 del siglo pasado;
mientras para CC.OO la acción sindical tenia como eje central la
confrontación, UGT, de la mano de
sindicalistas provenientes de la USO, como José Mª Zufiaur), apostaba por una
acción sindical en la que primero se recurría a la concertación para pasar a la
acción solo cuando aquella fallaba. Años costó que CC.OO asumiera esta doble
estrategia de UGT que, en solitario, consiguió importantes avances como el
original Estatuto de los Trabajadores, la Ley de Libertad Sindical o los
Acuerdos Nacionales sobre Empleo y Negociación Colectiva.
Eran
años en los que ambos sindicatos tenían que competir por la representación de
los trabajadores, en unas elecciones sindicales durísimas, que mermaban
drásticamente los escasos recursos económicos de que disponían y generaba
importantes confrontaciones en el seno de la empresas. Eran años de confrontación
sindical, simbolizada en aquel famoso debate televisivo en el que Nicolás
Redondo lanzó a Marcelino Camacho aquel: “Mientes Marcelino y tu lo sabes”.
Desde
entonces ha llovido mucho; hoy ni UGT es el sindicato socialista en el que
obligatoriamente militaban los afiliados del PSOE, ni CC.OO hace piña con el
PCE o IU, teniendo ambos amplia pluralidad de militancia (y no militancia)
política entre sus dirigentes, cuadros y afiliados; hoy los modelos sindicales
apenas se diferencian ni estratégica ni organizativamente; y hoy, la
confrontación sindical ha dado paso a un proceso de unidad sindical, de
estrategia y de acción, que hacen a Cándido y Toxo las dos caras de la misma
moneda.
Este
nuevo camino unitario se comenzó a forjar entre 1.985 y 1.990, cuando las
agresiones de los gobiernos de Felipe González a derechos y condiciones de los
trabajadores dieron paso a las movilizaciones de 1.985, contra la modificación
de las pensiones, y, sobre todo, a la primera gran Huelga General del 14D de
1.988, igualmente contra las medidas laborales impulsadas por el gobierno
socialista.
Hoy
los sindicatos están siendo agredidos por tierra, mar y aire, por quienes
saben, desde la derecha política, económica y mediática, que son el último
bastión capaz de intentar oponer alguna resistencia ante el tsunami neoliberal
que asola Europa y, especialmente, los países del Sur. Por si no fuese
suficiente con el “enemigo” externo, los sindicatos debilitan su imagen por
errores propios y por algunas actuaciones poco claras, hoy sometidas al
escrutinio público y ciudadano. Como consecuencia de ambos factores, y de algún
otro, los sindicatos se están viendo privados de los recursos económicos y
humanos necesarios para abordar con mínimas garantías de éxito su importante
labor.
Llegados
aquí, y precisamente el 1º de Mayo, Día de la Clase Trabajadora, me permito
lanzar una pregunta; un reto:
¿No
es llegado el momento de abordar un proceso de debate, análisis, y consulta a
los trabajadores, que permita explorar las posibilidades de poner en marcha un
proceso de Unidad Sindical “constituyente” que concluya con la gran Central
Sindical de Clase, capaz de ofrecer alternativas al pensamiento único y de
rearmar a los trabajadores ante los cada vez mas descarados y descarnados
embates de quienes están imponiendo en Europa un nuevo modelo de Relaciones
Laborales y, como consecuencia, derribando lo que queda del Estado de Bienestar
que nació en Europa en la segunda mitad del siglo pasado, como conquista de los
trabajadores y como freno a posibles aventuras
revolucionarias?
Lanzo la pregunta y me pronuncio: Sí; es llegado ese momento.