miércoles, 24 de febrero de 2010

Compromiso

Mañana miércoles, apenas dentro de unas horas, operan de nuevo a Lourdes. La maldita y temida “Recidiva tumoral”, es la causante de la operación y, sobre todo, del negro panorama que vislumbramos en el horizonte cercano. Los días transcurridos desde que la oncóloga me dio la desgraciada noticia han sido muy duros; la conclusión más inmediata es que uno no está preparado para esto; resulta terrible mirar a la cara a alguien que está condenada a muerte, y más terrible aun cuando ella lo sabe; faltan las palabras, solo queda mostrar cariño, afecto, intentar que el inevitable balance de su vida no deje atrás ninguno de los extraordinarios activos que ha acumulado durante su vida. A pesar de su miedo, de su tristeza, de su dolor, me sorprende su entereza, entereza que le sirve para intentar resolver cuestiones materiales de quienes seguiremos aquí cuando ella no esté. Sus manifestaciones de cariño hacia mí, hacia sus hermanas, hacia su madre, -a quien intenta mantener ajena la drama que los demás vivimos con ella-, hacia mis hijos, hacia nuestros nieto (también son suyos), son simplemente una muestra, quizás final, de su gran capacidad de amar, de su enorme generosidad.
En los últimos días parecía que el temor a salir del quirófano con alguna secuela que limitara su movilidad había dejado aparcado el miedo al futuro, que sabe limitado en el tiempo. Hace unas horas, su conversación telefónica con Marta, ha aclarado que no, que es ese su principal y casi único miedo, miedo que, como me ha manifestado en los últimos días, comparte con su preocupación por mí y por su deseo de que no abandone a su familia cuando ella falte. Le he prometido que no lo haré. Ahora, mientras duerme inquieta a mi lado en la habitación del hospital, en silencio, le he reiterado ese compromiso.