Estoy enganchado a Facebook. Hace un tiempo, un artículo en El País hizo que me acercara con curiosidad al fenómeno de las Redes Sociales y que me diera de alta en alguna de ellas; diez meses después tengo 126 “amig@s”, con algún@s de l@s cuales mantengo una relación fluida, y entro en mi perfil varias veces al día.
Si tuviera que definir esto de Facebook, diría que es como la Plaza Mayor de un gran pueblo, en el que la gente se saluda; unos se sientan a hablar; algunos se exhiben; otros se limitan a pasear y mirar a su alrededor. Entre mis amig@s l@s hay que cuentan diariamente lo que van a hacer, lo que hacen, su estado de ánimo, etc. Otr@s cuelgan enlaces de noticias, artículos, vídeos, hacen comentarios de distinta índole. Algun@s se limitan a comentar las entradas de los más activos. Los hay que no asoman nunca.
Mis amig@s provienen, mayoritariamente, de dos grupos: Uno tiene su origen en la gente más joven del PSOE y la UGT, muy activos, algún@s muy divertid@s, mientras que el otro tiene un origen más profesional, gente con la que me relaciono por mi actividad empresarial. Práctico la máxima de que “Los amig@s de mis amig@s son mis amig@s”, método que creo bastante extendido y que me ha proporcionado un número importante de mis contactos. Estos dos grupos se complementan con personas a las que conocía de circunstancias diversas y con las que he reanudado la relación gracias a la Red.
Teniendo en cuenta que con much@s de ell@s apenas tengo relación y que conservo un pudor considerable, no soy de los que cuentan lo que hacen, ni cuestiones muy personales, limitando mis aportaciones a colgar algún artículo o noticia que me parece interesante; comentar las aportaciones de mis amig@s y escribir algunas cosas en los Muros de la gente con las que tengo más relación. Dado que Facebook tiene otros instrumentos de comunicación: Mensajes, chat, etc., utilizo estos cuando quiero intercambiar información más personal con algún@ de mis amig@s.
Hay algunas leyendas urbanas en torno a las Redes Sociales. A mí me han contado una, relativa a dos de mis amig@s que han profundizado tanto en la comunicación virtual que se les ha quedado pequeña, y han necesitado continuarla en persona.
Hay otra realidad, que no es leyenda: El no mirar a la gente a la cara cuando se habla con ella, el no oír el tono de su voz, puede dar lugar a equívocos, engaños, desengaños; es uno de los peligros de estos nuevos y maravillosos instrumentos de relación social y personal en los que no me gustaría incurrir ni que incurrieran mis amig@s.
Si tuviera que definir esto de Facebook, diría que es como la Plaza Mayor de un gran pueblo, en el que la gente se saluda; unos se sientan a hablar; algunos se exhiben; otros se limitan a pasear y mirar a su alrededor. Entre mis amig@s l@s hay que cuentan diariamente lo que van a hacer, lo que hacen, su estado de ánimo, etc. Otr@s cuelgan enlaces de noticias, artículos, vídeos, hacen comentarios de distinta índole. Algun@s se limitan a comentar las entradas de los más activos. Los hay que no asoman nunca.
Mis amig@s provienen, mayoritariamente, de dos grupos: Uno tiene su origen en la gente más joven del PSOE y la UGT, muy activos, algún@s muy divertid@s, mientras que el otro tiene un origen más profesional, gente con la que me relaciono por mi actividad empresarial. Práctico la máxima de que “Los amig@s de mis amig@s son mis amig@s”, método que creo bastante extendido y que me ha proporcionado un número importante de mis contactos. Estos dos grupos se complementan con personas a las que conocía de circunstancias diversas y con las que he reanudado la relación gracias a la Red.
Teniendo en cuenta que con much@s de ell@s apenas tengo relación y que conservo un pudor considerable, no soy de los que cuentan lo que hacen, ni cuestiones muy personales, limitando mis aportaciones a colgar algún artículo o noticia que me parece interesante; comentar las aportaciones de mis amig@s y escribir algunas cosas en los Muros de la gente con las que tengo más relación. Dado que Facebook tiene otros instrumentos de comunicación: Mensajes, chat, etc., utilizo estos cuando quiero intercambiar información más personal con algún@ de mis amig@s.
Hay algunas leyendas urbanas en torno a las Redes Sociales. A mí me han contado una, relativa a dos de mis amig@s que han profundizado tanto en la comunicación virtual que se les ha quedado pequeña, y han necesitado continuarla en persona.
Hay otra realidad, que no es leyenda: El no mirar a la gente a la cara cuando se habla con ella, el no oír el tono de su voz, puede dar lugar a equívocos, engaños, desengaños; es uno de los peligros de estos nuevos y maravillosos instrumentos de relación social y personal en los que no me gustaría incurrir ni que incurrieran mis amig@s.
2 comentarios:
Hace unos meses aterricé en Facebook con la excusa de retomar el contacto con los compañer@s de mi ya lejana época universitaria. Al principio, no sabía casi ni utilizarlo, pero con el tiempo, se ha convertido en parte de mi vida.
Para mí, más que una plaza, es como mi casa, donde mis “amig@s”, pasan a saludarme, compartimos preocupaciones, vivencias, gustos, reflexiones absurdas ... Unos solo llaman al portero para hacerme algún comentario rápido; otros por teléfono; los hay que se limitan a dejarme alguna nota en la puerta de vez en cuando; otros, se pasan a veces a tomar café; y los menos, vienen hasta a cenar. A pesar de la aparente amistad y de que me apetezca, rara vez soy yo quien invita, ni a los más allegad@s, a cenar o a pasar un rato; supongo que eso va con mi carácter.
Por estas razones, intento que mi lista de “amig@s” esté compuesta por gente que en algún momento de mi vida ha sido compañer@ o, “amig@”, o, con algo más de suerte y en menos ocasiones, amig@. Para ser sincer@, hay personas que no me apetecería que estuviese entre mis contactos, pero hay ciertas situaciones comprometidas que te llevan a aumentar tu lista; esto sería como cuando hay que asistir a una comida de trabajo, o a una boda por compromiso; en estas ocasiones, las conversaciones-comentarios son banales y las sonrisas forzadas.
De vez en cuando recibo alguna solicitud o sugerencia de amistad. Por educación y hospitalidad, suelo aceptarlas todas; les doy un plazo de uno o dos meses para ver cómo evoluciona, y si no hay evolución, les borro de mi lista. Si se trata de “amig@s de mis amig@s” suelo solicitar información a los ya conocidos, y, en la mayoría de los casos, acabo encontrando algo que compartir con ell@s, aunque solo sea una nota en la puerta. Hay casos muy gratificantes; una amiga me presentó a un amigo suyo, con el que empecé trabando amistad virtual y hemos acabado conociéndonos personalmente. Actualmente le considero un Amigo, sin comillas. El problema de hablar con alguien si verle la cara, es que no sabes hasta donde puedes llegar a la hora de compartir, hasta donde intimar.
Después de esta explicación, aclaro, por si no es más que evidente, que yo también estoy enganachad@ a Facebook. Lo veo como parte de mi vida social, no sé si porque realmente pueda ser así considerado, o porque mi adicción me obliga a justificarlo, aunque no sé bien ante quién.
Algar; ¿Algar?: Me gusta la metáfora de la casa, aunque posiblemente muestra una actitud reservada, mas tímida. Te refugias en tu casa, seguramente, para evitar que te vean las personas que no conoces o que no te interesan. Es otra visión de Facebook.
Yo no he tenido problemas a la hora de´dar de baja a algún "amigo", que utiliza la Red, exclusivamente, para difundir sus pensamientos. Tengo alguno al que posiblemente dé de baja por pesado.
Es verdad que relacionarte con alguien a quien no puedes mirar a la cara puede dar lugar a equívocos; es uno de los problemas de este artilugio, en el que, como decía en la entrada original, intento no caer.
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