Los últimos días las noticias sobre las tragedias que sufren quienes desde el África Subsahariana, a través del Estrecho de Gibraltar, intentan escapar del infierno en el que viven, sobrecogen el ánimo a quien tenga una mínima sensibilidad. Sin embargo, las noticias se suceden, las tragedias se repiten, sin que los ciudadanos seamos capaces de hacer algo más que esconder unas lágrimas furtivas, o beber un trago de agua para ayudar a deshacer el nudo en la garganta que las imágenes de la televisión nos producen cuando nos cogen, generalmente, comiendo.
Mientras, los gobiernos se dedican a intentar resolver el “problema” que la inmigración nos crea, repatriando a los que sobreviven, elevando la altura de las barreras, o creando nuevas normas que, encima, tienen la desfachatez de decir que son para proteger a los más desprotegidos. La última de nuestro Presidente ha sido afirmar solemnemente que “Encabezará una gran movilización global contra la miseria”. Supongo que será tras lograr la Alianza de Civilizaciones que promueve.
El problema, en mi opinión, no tiene solución, pues el sistema económico que nos gobierna lo impide y cambiar este sistema; obligar a los gobiernos de los países desarrollados a cambiarlo, escapa a la capacidad de acción de una sociedad desmovilizada, desmotivada y, encima, asustada ante el cambio que la presencia entre nosotros de los inmigrantes legales, y de los ilegales que sobreviven y escapan a la acción policial, está produciendo.
Ignoro las razones que impulsaron a quienes nos invadieron en el siglo VII a cruzar el Estrecho; no sé si fue el ansia de expansión de los dirigentes o el anhelo de los pueblos de encontrar mejores horizontes, pero hoy, 14 siglos después, salvo que una marea de parias de la tierra, organizados, nos invada, seguiremos viendo, eso sí con emoción, como el fondo del Estrecho se eleva poco a poco, a causa de los cadáveres de quienes encuentran en este espacio su definitiva liberación.
Mientras, los gobiernos se dedican a intentar resolver el “problema” que la inmigración nos crea, repatriando a los que sobreviven, elevando la altura de las barreras, o creando nuevas normas que, encima, tienen la desfachatez de decir que son para proteger a los más desprotegidos. La última de nuestro Presidente ha sido afirmar solemnemente que “Encabezará una gran movilización global contra la miseria”. Supongo que será tras lograr la Alianza de Civilizaciones que promueve.
El problema, en mi opinión, no tiene solución, pues el sistema económico que nos gobierna lo impide y cambiar este sistema; obligar a los gobiernos de los países desarrollados a cambiarlo, escapa a la capacidad de acción de una sociedad desmovilizada, desmotivada y, encima, asustada ante el cambio que la presencia entre nosotros de los inmigrantes legales, y de los ilegales que sobreviven y escapan a la acción policial, está produciendo.
Ignoro las razones que impulsaron a quienes nos invadieron en el siglo VII a cruzar el Estrecho; no sé si fue el ansia de expansión de los dirigentes o el anhelo de los pueblos de encontrar mejores horizontes, pero hoy, 14 siglos después, salvo que una marea de parias de la tierra, organizados, nos invada, seguiremos viendo, eso sí con emoción, como el fondo del Estrecho se eleva poco a poco, a causa de los cadáveres de quienes encuentran en este espacio su definitiva liberación.
1 comentario:
Estamos esperando una nueva e interesante entrada. Saludos.
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